Al llegar a la Planta de Mars en Toluca inicia la dulce experiencia de conocer el proceso de producción de chocolates Turín, amargos, semiamargos, bombones con relleno, sin azúcar, y obviamente el clásico e icónico Conejito, que muy pronto tendrá una presentación especial.
Circe Martínez, responsable del Área Sensorial, se encarga de introducir a los visitantes al mundo del cacao que, poco a poco, se va transformando en la variedad de chocolates Turín que se producen ahí.
La aventura en un salón dispuesto con mesas y sillas inicia con un poco de historia y así la experta comparte que la palabra cacao “viene del maya cacau, “cac que significa rojo y “cau” que significa “fuerza y fuego”.
Comenta que los aztecas lo llamaban “cacahuat” y que los antepasados “ocupaban el cacao como moneda de cambio y como una dulce bebida”, para entonces ya tiene una inmenso grano de cacao en las manos, que se dispone a abrir para compartir las semillas a los visitantes.
Un líquido viscoso y transparente envuelve a la semilla que por dentro tiene color morado y sabor amargo, el cual contrasta con el que aportan los chocolates que se han dispuesto para la cata y que empiezan a generar el disfrute de los convidados; aunque estos van más allá y aprovechan la variedad que adorna la mesa y llena una canastilla.
Pero lo mejor viene después de cumplir con las indicaciones de cambiar el vestuario, zapatos por botas especiales, la colocación de bata, cofia, lentes y casco, además del cubre-bocas, indispensables para entrar al área de producción.
Y cuando la docena de invitados está preparada con el uniforme requerido, aparece Víctor Manuel Alanís, el responsable del área que, con sus comentarios, demuestra que conoce el terreno al 100%.
Tras dar las indicaciones de “no caminar por zonas que no estén marcadas y autorizadas, no hablar con el personal que está laborando”, empieza con la visita guiada.
En “una máquina rellenadora” cientos, miles de conejitos toman forma y reflejan quién es el rey en ese dulce terreno.
“Pero no saldrán hasta no contar con el análisis que válida su control de calidad”, dice el guía. Acción que se repite con todos los chocolates que se crean en esas inmensas máquinas, incluso los chocolates que se destinan para la repostería o las almendras y pasas cubiertas de chocolate.
En otra zona, una decena de trabajadores supervisa el empaque en sus diversas presentaciones y a unos metros algunas mujeres colocan los huevitos en la máquina para su envoltura.
Víctor comenta que regularmente esa tarea la realizan mujeres “porque tienen mayor habilidad que los hombres”; y más tarde comenta que el 60% de los empleados es del sexo femenino.
El recorrido continúa y la producción de bombones rellenos, conejitos, almendras no para, incluso Víctor comenta que durante la pandemia, aunque con medidas más extremas para evitar los contagios, estuvieron trabajando, pues en algunos casos aumentó la demanda, “debido a que la gente se metió a cocinar y la repostería requería de chocolate Turín”.
El olor a chocolate cada vez se percibe más; sin embargo, Víctor asegura que aunque tiene poco más de una década trabajando ahí “me siguen gustando los chocolates”.
El área de almacenamiento, donde ya están las cajas para salir a su destino en tiendas boutiques o departamentales e incluso para comercios pequeños, es la última parada en el recorrido, antes de volver a la sala donde inició la aventura.
Y mientras los invitados se desprenden del uniforme, Paco Montes, Gerente de Calidad de la Planta, comparte de dónde viene la principal materia prima para los chocolates: “Una parte de cacao viene de México y otra de Asia, pero es un cacao que está cultivado de forma segura. Trabajamos con un cacao sustentable, basado en programas de calidad y programas que tenemos en toda la compañía”.
Destaca que gracias a las acciones que han emprendido desde hace 10 años, a través del programa Por amor al cacao “trabajamos en campos que están dedicados la producción de cacao, no destruimos bosques, no trabajan niños, ni adultos mayores; hay auditorias que hacemos para que la gente que trabaja en el campo no sufra discriminación o esclavitud; pues no contribuimos a la explotación ni de gente ni de los campos”.
Y Fraga añade: “Por amor al cacao nace porque identificamos que en México la pasión por el cacao no necesariamente se estaba reflejando en el campo, pues la producción había caído en un 50%; entonces, identificamos una población en Chiapas, que se llama Pichucalco, y lo que hemos hecho es ayudar a los agricultores con plantas, porque el árbol del cacao que estaba en esa zona empezaba a ser un árbol que no estaba en sus mejores momentos de producción.
Un árbol de cacao alcanza sus máximos de producción entre los 5 y los 30 y 40 años de vida, pero encontramos unos de 50.
Por eso el programa se ha dedicado a llevarles plantas que ayuden a la producción, también los hemos apoyado con metodologías para combatir una plaga que había llegado a México; y mejores prácticas de producción. La idea era volver a enamorar a las personas del cacao.
Y tenemos ejemplos padrísimos, donde de cultivar de 200 a 300 kilos por hectárea, ahora ya llegan a cultivar una tonelada por hectárea, estamos bien comprometidos como organización”.
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