El sobrenombre más famoso de la capital es por mucho, “Toluca La Bella”, mote que se le asignó por el desarrollo urbanístico, arquitectónico y el orden que alcanzó a finales del siglo XIX; ya que se dice, sus habitantes salían voluntariamente a barrer e incluso lavar el frente de sus casas y conjuntamente algunos de los espacios públicos, lo que hacía lucir a esta ciudad siempre limpia y bella.
De acuerdo con la doctora María del Pilar Iracheta Cenecorta, los espacios, edificios y monumentos que forman parte del Centro Histórico han sido modificados. Se le denominaba “La pequeña Francia” por ser una ciudad pequeña con arquitectura afrancesada, pero con el paso del tiempo se le ha llamado “Toluca la Bella”, por lo hermoso de su arquitectura colonial y sus casas estilo neoclásico, de las que sólo quedan vestigios, ya que actualmente cuenta con una vasta actividad industrial.
Hay estructuras icónicas que han sido modificadas o sustituidas como el conjunto del Convento de San Francisco y en su lugar se construyó la Catedral; la demolición del Cine Coliseo para edificar la Plaza “González Arratia”; la remodelación de la Iglesia de la Santa Veracruz, de los icónicos Portales, de la Alameda, de la Plaza “Fray Andrés de Castro” y la modificación que sufrió el templo de Santa María de Guadalupe, que era un buen ejemplo de escultura indígena.
También ha habido cambios muy atinados como el edificio que albergaba al Mercado 16 de septiembre y que ahora es el Jardín Botánico Cosmovitral, la casa ubicada en la esquina de Lerdo y Nicolás Bravo, lugar donde pernoctó el cura Miguel Hidalgo, y es la actual sede del Museo “José María Velasco” y el edificio que anteriormente era el Cine “Justo Sierra” que se ha convertido en la Sala de Conciertos “Felipe Villanueva”.
Otros ejemplos de restauraciones benéficas son la Escuela Normal de Maestros y de los edificios ubicados en la Plaza de los Mártires: el Palacio de Gobierno y los Poderes Legislativo y Judicial, además del Palacio Municipal.
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